viernes, 30 de octubre de 2009

Siete razones para no celebrar Halloween.




1. No es una actividad cristiana. Ninguna iglesia de denominación cristiana celebra esta fecha. Ni católicos, ni evangélicos, celebramos y nunca celebraremos una noche dedicada a la exaltación de la brujería en ninguna de sus formas.


2. Va contra las enseñanzas de Jesús. Jesús está en contra de la brujería en todas sus formas: espiritismo, hechicería, adivinación, lectura de cartas, horóscopos, astrología y tantas máscaras con que se encubre la maldad. Estas han sido declaradas enemigas de la Palabra de Dios desde tiempos muy remotos y van contra todas las enseñanzas de nuestro Señor, quien dice claramente que "el que no está conmigo está contra mí". Hay innumerables referencias bíblicas donde se condena el uso de todas estas clases de mal.

3. No es una tradición autóctona. Como ocurre siempre que se importan actos culturales diferentes a los nuestros, el verdadero significado queda relegado a una simple imitación. Jamás se ha celebrado como parte de nuestra cultura e idiosincrasia una noche dedicada a las brujas.


4. Sirve para rendir culto a Satanás. Aunque en apariencia es una actividad recreativa y muy llamativa, sobre todo para los niños, su verdadero significado sigue oculto a nuestros ojos. En muchos países, incluyendo el nuestro, los grupos satánicos usan esa noche para un "culto" especial dedicado a Satanás y en muchos países alrededor del mundo, se hacen sacrificios humanos, sobre todo de niños que han sido secuestrados de sus hogares y que son ofrecidos como víctimas inocentes en una noche de lujuria, drogas, alcohol y toda clase de desenfrenos, en las llamadas "misas negras".

5. Se opone al primer mandamiento. Este tipo de actividades, ni exalta el nombre de Jesús, ni tiene nada que ver con su Padre Celestial y mucho menos con el Santo Espíritu del Dios Altísimo. Por lo tanto, va en contraposición al primer mandamiento de amar a Dios con toda nuestra alma, nuestra mente, nuestro corazón, con todas nuestras fuerzas, en fin con todo nuestro ser.



6. Participar es olvidarse de Dios. Participar quiere decir "ser parte de": si usted participa está siendo parte de esta tremenda responsabilidad espiritual: No sólo se está alejando u olvidando de la adoración al Dios Eterno e Inmortal, sino que está siendo parte de una actividad que glorifica a las brujas y a su padre Satanás.

7. Contamina y esclaviza a nuestros niños. No hay magia blanca y magia negra buena, no hay brujas buenas y brujas malas. Toda la actividad demoníaca se disfraza y se oculta para ganar adeptos y así muchas veces "vestimos" a nuestros niñitos como "brujitas" y "diablitos". Jesús dijo: "Dejad que los niños vengan a mí y NO SE LO IMPIDÁIS, porque de los tales es el Reino de los Cielos". ¿Llevaría usted a sus niños disfrazados ante Jesús y los podría presentar libremente y con su conciencia tranquila? Jesús necesita a sus niños libres de toda clase de máscaras y limpios de toda contaminación.

El 31 de octubre tú puedes hacer la diferencia en la vida de otra persona. Para que esto suceda, tú tienes la última palabra.

"Sepan discernir lo que le agrada al Señor. Y no tomen parte en las obras estériles de las tinieblas; al contrario denúncielas" Efesios 5:10-11



jueves, 15 de octubre de 2009

Aborto: sus Defensas

Los partidarios del aborto usan argumentaciones en defensa de su posición. El objetivo de lo que sigue es examinar una serie de esas argumentaciones y revisarlas críticamente.

Cada punto siguiente contiene el argumento utilizado a favor del aborto, a lo que sigue su examen y crítica.

Aunque la ley no lo permita, se harán abortos

Esta justificación del aborto tiene base en el razonamiento de aceptar la realidad: muchas personas quieren abortar y lo harán incluso si la ley lo prohíbe, en condiciones insalubres, por lo que, se dice, es mejor que la ley autorice los abortos y que ellos se hagan bajo condiciones médicas vigiladas.

Esta justificación es quizá la más débil de todas —justificar la legalización de un acto porque de todas maneras se hará, puede ser reducido al absurdo de que se legalice todo acto por el simple hecho de que está realizándose. No tiene sentido. La ley prohíbe los fraudes porque pueden ser realizados y son dañinos a las personas —sería absurdo autorizar los fraudes basándose en el hecho de que efectivamente suceden.

Este argumento suele acudir a los sentimientos de las imágenes que evoca un aborto realizado ocultamente, en un cuartucho sucio, lleno de probabilidades de infección —una situación que quiere remediar realizando abortos en salas quirúrgicas limpias. Es una justificación superficial, y que sería sujeta fácil de burlas: se permite asesinar a otros, pero la ley pediría al asesino que el cuchillo con que mate deba estar desinfectado.

Permitir el aborto va de acuerdo con la opinión pública.

Este argumento en favor del aborto se sustenta en número de opiniones, sean de una mayoría o un número importante de personas —e incluso en la opinión de intelectuales. El sustento central radica en suponer que lo que la mayoría haga o piense es lo correcto e inapelable.

Es uno de los argumentos más ingenuos que se usan —y que puede funcionar en contra si es que acaso la opinión mayoritaria es opuesta al aborto. Pero lo central es la extrema debilidad de suponer que las mayorías tienen la razón inevitablemente; o que la tienen los intelectuales que están a favor del aborto, pero no los que están en contra.

«Yo sí creo en el aborto y tú no. Déjame libre»

Este argumento a favor del aborto se basa en la tolerancia a diversas opiniones —cada persona hace lo que ella cree que debe hacer y nadie debe intervenir en sus decisiones. Es un argumento relativista, sustentado en la creencia de que no hay absolutos morales y todas las opiniones tienen igual legitimidad.

Contiene todos los errores ilógicos del relativismo —los que ya no trato aquí. Pero añado que contiene un error adicional, el de aplicar una creencia personal en otra persona a la que no se pide su opinión: matar a otra persona por creer que es permitido, sin tomar en cuenta la opinión de quien es asesinado. Tolerar las opiniones de otros obligaría a considerar la opinión de aquél a quien se va a matar.

La prohibición del aborto es una opresión capitalista, liberal, conservadora, etc

Más que un argumento lógico, esta defensa del aborto es objeción basada en ideología —se coloca a la prohibición del aborto dentro del contexto general de luchas políticas y económicas, y se le convierte en una defensa de doctrinas ideológicas.



No tiene mucho sentido agrupar al aborto dentro de causas o movimientos políticos y económicos, cuando es perfectamente posible examinarlo con más lucidez si se mantiene separado de otras cuestiones. Además, comete el desacierto de convertirlo en una causa de conflicto que así deja de ser examinada con la razón. Es un error considerable convertir al tema del aborto en una bandera de conflicto ideológico y luchas sociales.

Esta defensa del aborto no es en realidad un argumento en sí mismo, sino un aprovechamiento de conveniencia ideológica —el marxista, por ejemplo, defiende el aborto no con razones, sino por considerar que es parte de la superestructura ideológica de la clase capitalista la que debe desaparecer. En realidad es un mecanismo de defensa retórica que descalifica a quienes no piensan como él.

La prohibición del aborto es una imposición religiosa

Esta argumentación en favor del aborto, similar a la anterior, supone que el tema es uno de imposición de creencias religiosas, por lo general cristianas. Su razonamiento es primitivo en sí mismo ya que su justificación única es la de ir en contra de una creencia religiosa que puede ser compartida por varias iglesias.

Al reducir todo a una cuestión de imposiciones, este argumento se acusa a sí mismo de lo que culpa al otro: impondré el aborto porque no quiero que se imponga su prohibición. Cuando un tema se reduce a una cuestión de imposición, se hace de lado la posibilidad de analizarlo y razonarlo.

No tiene tantos tintes ideológicos, como el argumento anterior, pero suele usar frases que más que razonar en favor del aborto, son ataques sentimentales a iglesias, generalmente la católica.

Reduce el tema a una cuestión religiosa, que pone de lado las posturas de no creyentes que se oponen al aborto con razonamientos que nada tienen que ver con creencias religiosas, ni con revelación divina.

Reduce también la argumentación a un conflicto de poder e imposición, que pone de lado discusiones centrales como el momento de consideración como persona y sus consecuencias. Es vociferante, pero no tiene base importante.

La legalización del aborto confirma la propiedad de la mujer sobre su propio cuerpo


Quien esto sostiene, suele afirmar que todo se reduce al tema central, uno de propiedad —las personas son dueñas de su cuerpo y están en su total derecho de expulsar de ese cuerpo a quien sea que lo invada.

De la misma manera que se toman medicinas para deshacerse de virus y bacterias que han invadido el cuerpo, el que lo quiera puede deshacerse de la persona que ha invadido su cuerpo: el niño dentro del vientre materno. Es un argumento de invasión que se legitima con un derecho de propiedad —se tiene perfecto derecho de matar al invasor.

El argumento es interesante y diferente al resto por poner todo su énfasis en un derecho absoluto de propiedad: puede matarse a quien la invade. El argumento tiene fallas considerables.

Supone que la persona que está dentro del vientre materno ha entrado allí por su propia voluntad —una hipótesis en extremo falsa: ha entrado allí no por voluntad propia, sino como consecuencia de una acción que dos personas han realizado y de cuyas consecuencias estaban conscientes. La entrada al cuerpo propiedad de la madre, su cuerpo, no ha sido una invasión, sino una invitación.

Ignora el tema de la dignidad humana y de facto crea una categoría de personas inferiores a las que puede matarse con legitimidad —aunque tenga una apariencia exagerada, pero es en su base la misma hipótesis que justifica la inferioridad de grupos humanos sobre la que se hace permisible su eliminación.

Reduce la discusión a un tema específico, el de la propiedad del cuerpo femenino —ignora aspectos básicos que también tienen influencia en el tema, como la dignidad de todas las personas.

Introduce la posibilidad de dejar la decisión del aborto a la opinión subjetiva de la madre —lo que equivale a aceptar un relativismo moral sustentado en reglas absolutas, una contradicción lógica. Dependería de la madre el evaluar a su hijo como un parásito o no.

Presupone que la persona dentro del vientre materno no tiene propiedad sobre su cuerpo, lo que niega su hipótesis básica de propiedad personal. Y niega la realidad de la manera en la que los humanos se reproducen —no hay otra manera que la de tener un embarazo.

Si la ley lo permite, el aborto es moral y ético

Este argumento asevera que la ley que permite realizar abortos es un justificante válido para realizarlos, sin que tenga que acudirse a otra fuente que legitime el permiso. Es un argumento que hace a la ley humana el origen de lo moral y ético.

Este argumento es más complejo y adolece al menos de un defecto menos sencillo de explicar que los anteriores.

La ley como una creación humana tiene siempre un origen externo a ella, del que deriva consecuencias lógicas que establece con detalle —es decir, una ley no puede ser su propio origen y fundamento. Necesariamente parte de supuestos, creencias y principios que están fuera de ella.

Una ley prohíbe y castiga acciones como el asesinato, los robos y otras más, incluso penaliza la desobediencia a las señales de tránsito, porque parte de creencias acerca de las personas: valor de la vida, derecho de propiedad, libertades, dignidad y demás.

La visión sobre la persona humana es una que se refiere a su dignidad y su valor intrínseco —la base sobre la que se sustentan leyes que prohíben la esclavitud, el abuso infantil, el tráfico de blancas y otros actos considerados contrarios a la dignidad humana. La ley no es el origen de esos valores, sino una manifestación de ellos.

Bajo esta consideración, se hace incongruente que el aborto sea aceptado —sería el equivalente a realizar un asesinato con agravantes (que los proponentes del aborto sólo podrían legitimar suponiendo que no existe vida dentro del vientre materno, o hasta después de cierto período —y si no existiese vida, no tendría que realizarse un aborto).

Si una ley autoriza la realización de abortos, ella tendría que ser legitimada por una fuente externa —un valor, creencia o principio sobre la persona humana. No existe tal posibilidad y, por tanto, la ley que autoriza abortos carece de legitimidad externa.

La prohibición del aborto va en contra de la libertad femenina

El argumento establece que la maternidad es opresiva para la mujer, pero no para el hombre, y que ya que es inevitable que el embarazo suceda, la liberación femenina sólo puede darse permitiendo el aborto.

Varias críticas pueden hacerse a tal razonamiento. La más clara de ellas es la falta de reconocimiento de la realidad que diferencia a los dos sexos —si se quisiera esa liberación y ella fuera posible, el hombre tendría que tener un útero, o bien la mujer próstata. De esta manera, ambos serían iguales en cuanto a las enfermedades que pueden sufrir en ese sentido.

Otra, algo menos obvia, es el presuponer que el tener hijos no acarrea obligaciones masculinas —es obvio que lo hace por el principio que establece la aceptación de las consecuencias de los actos propios. El hombre que embaraza a una mujer es absolutamente responsable de lo que eso acarrea. Es inexacto suponer que sólo la mujer lleva responsabilidades.

Más aún, este argumento en favor del aborto quiere evitar la aceptación de las consecuencias de la libertad —es decir, va en contra de la misma libertad y con eso altera la dignidad humana. Fomenta la irresponsabilidad humana al crear un medio por el cual esa responsabilidad puede ser evitada.

Otra consecuencia indeseable del argumento es el crear un ambiente de conflicto, lucha y combate entre hombres y mujeres —no muy diferente a la lucha de clases en la concepción marxista y que sólo puede tener una salida: la victoria de uno sobre otro.

La prohibición del aborto es una violación de los derechos de la mujer

El argumento es uno muy básico e incluso primitivo: consiste en afirmar sin mayor justificación que terminar un embarazo es un derecho humano, que en este caso es aplicable a la mujer. Ella tiene derecho a su vida y como parte de ese derecho, se argumenta, ella puede abortar para vivir como ella quiere.

Esto puede ser negado con mucha facilidad, dada la debilidad del argumento: si se cree que la persona tiene derecho a vivir su vida como quiera, necesariamente se presupone que el resto gozan de los mismos privilegios y que por tanto, ninguna persona puede afectar a otra. El que yo quiera vivir mi vida como deseo, no puede darme la facultad de robar dinero de otros.

La prohibición del aborto no reconoce la diferencia entre potencial y realidad

Este argumento sostiene que el aborto debe estar justificado porque quien está dentro del vientre materno es sólo el potencial del ser humano y no un ser humano real —entonces, se sigue razonando, es inaceptable que un ser humano que sólo lo es en potencia tenga derechos.

Esta argumentación toca un tema central, el de la discusión sobre el momento en el que se es persona —si desde el instante de la concepción, o en algún momento posterior. El uso de términos como «ser humano potencial» y «ser humano real» es un artificio y sólo admite definiciones arbitrarias o circulares que se dan la razón a sí mismas.

Pero, fuera de esos términos sin sentido, el mérito del argumento es poner la atención sobre el centro de la discusión —el momento en el que existe la vida y por tanto, un aborto significaría realizar un asesinato. Ya que no es posible determinar con certeza para todos el momento en el que se es una persona, la mejor decisión es la del principio de precaución y aceptar que es mejor cometer el error de pensar que es una persona real y no debe ser matado.

Articulo tomado de Leonardo Girondella Mora










Mensaje del Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana en Defensa de la Vida

“EL CONCEBIDO ES SUJETO DE DERECHO EN TODO CUANTO LE FAVORECE”


1. La vida no nos pertenece, es posesión de Dios y ha sido puesta a nuestro cuidado. El hombre no es producto de sí mismo, así como la inteligencia no es producto de la casualidad.

2. El primer derecho de una persona es el derecho a vivir, que es el fundamento y condición de posibilidad para ejercer todos los demás derechos. A nadie le compete dárselo a unos y quitárselo a otros.

3. No es el reconocimiento por parte de otros lo que constituye este derecho, sino que es algo anterior, lo que implica que denegarlo constituye una injusticia.

4. Así, la vida no puede ser suprimida por ninguna razón, ni sacrificada a favor de otros, aunque sea para salvar a alguien. Cuando se admiten derogaciones a este principio, se está abriendo la puerta al aborto, a la eutanasia y a cualquier otro procedimiento discriminatorio.

5. Quienes se inclinan por sacrificar la vida del feto en aras de resguardar la vida de la madre, aún en casos lamentables de violación, parten del presupuesto de que la vida de la madre tiene mayor valor que la del hijo, lo que es arbitrario y falso. Todos los seres humanos poseen la misma dignidad y el mismo valor.

6. Nuestra Constitución reconoce que la vida humana se inicia con la concepción, y señala que el concebido es sujeto de derecho en todo cuanto le favorece. Y el principal de esos derechos es precisamente el derecho a la vida.

7. Además, si nos ceñimos a los parámetros legales y a los preceptos constitucionales declarados con el más elevado espíritu de humanidad, la vida humana no es un derecho disponible.

8. Hay sectores que justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual, y sobre este presupuesto pretenden no sólo la impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado con el fin de practicarlos con absoluta libertad y con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias, que deben estar puestas al servicio de la vida.

9. Así pues, ninguna razón puede jamás dar objetivamente derecho para disponer de la vida de los demás ni siquiera en sus comienzos, sería absurdo plantear que el derecho considera sin valor o con menos valor a sujetos con determinadas diferencias físicas o psíquicas.

10. También el llamado aborto terapéutico es un camino a una sistemática planificación eugenésica de los nacimientos. Se va abriendo paso a una mente eutanásica, manifestación no menos abusiva del dominio sobre la vida, que en ciertas condiciones ya no se considera digna de ser vivida.

11. ¿Quién puede calcular los efectos negativos sobre el desarrollo de esta mentalidad? ¿Cómo podemos extrañarnos de la indiferencia ante tantas situaciones humanas degradantes, si la indiferencia caracteriza nuestra actitud ante lo que es humano?.

12. Corremos el riesgo de no escuchar más el llamado de nuestra conciencia a defender la vida, debido a una conciencia incapaz de reconocer lo humano e incapaz de reconocer el reclamo de la verdad moral. La verdad siempre perturba y jamás es confortable.

13. La vida, desde su concepción, nadie puede suspenderla o lesionarla; todo intento de justificar la eliminación de las criaturas por nacer, enfermas o discapacitadas, pone al descubierto la dificultad que se tiene para aceptar a la persona enferma, y evidencia el falso concepto de calidad de vida. Así, el hombre se quiere convertir en árbitro supremo de quién ha de nacer y de quién no.

14. La privación de vida intrauterina no le hace nada bien a la libertad, aunque sí al libertinaje propio de todo exceso carente de sabiduría.

15. Si en el Perú no existe la pena de muerte ni para los peores criminales. ¿Cómo es que podemos aceptar la pena de muerte para un embrión que ni siquiera tuvo tiempo de cometer ningún error y ni siquiera puede defenderse?, ¿Es esto justo?, ¿es esto humano?.

16. Además, la defensa de la vida no es sólo cuestión de religión, sino de ética, de dignidad, de derechos humanos y de civilización.

17. Recuerda que también tú fuiste un embrión, un feto. Hoy vives, por eso ama y defiende la vida y alaba al Señor tu Dios.



+ HÉCTOR MIGUEL CABREJOS VIDARTE, OFM

Arzobispo Metropolitano de Trujillo

Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana


domingo, 11 de octubre de 2009

El aborto no es un derecho humano, sino un crimen horrendo


El aborto no es una decisión sobre el “propio cuerpo”, sino una decisión mortífera sobre el “cuerpo de otro ser humano”, es inmoral el texto aprobado el martes 6 por la comisión especial revisora del Código Penal por cuatro votos a favor y dos en contra pretende despenalizar el aborto en casos de violación sexual y malformaciones genéticas. Los cuatros miembros de la comisión especial revisora del Código Penal que votaron a favor de esta aberración participaron de un seminario sobre derechos sexuales y reproductivos, organizado por la autodenominada Asociación “Católicas por el Derecho a Decidir” (ONG proabortista y feminista), impulsó la despenalización del aborto, como derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo.

El aborto voluntariamente procurado es un crimen, porque nadie –ni mujer ni varón- puede tener derecho a darle muerte al niño aun no nacido, el ser humano más inocente que se pueda imaginar, y tan indefenso que ni siquiera puede llorar implorando por su vida.

Los avances de la ciencia moderna han superado cualquier duda al respecto. Desde que en la concepción se unen el óvulo y el espermatozoide, queda constituido el patrimonio genético que define la identidad personal del nuevo ser humano.


La Constitución política del Perú afirma el derecho del niño a la vida desde el momento de su concepción. A partir de este fundamento natural y jurídico ¿cómo puede comprenderse la opinión públicamente manifestada de esta comisión revisora, favorable al aborto porque corresponde al “derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo”?.

Es, a todas luces, inconstitucional el texto aprobado por la comisión especial revisora del Código Penal, dado que la ley debe proteger los derechos inalienables de la persona, tanto del no nacido como de la mujer gestante. No tiene fundamento científico, ni por tanto legal, despenalizar el aborto por causa violación sexual y malformaciones genéticas, porque él no nacido es un niño, una persona con derecho a la vida. La Ley debe proteger tanto la vida del niño como la de la madre, y penalizar el aborto. La penalización de la madre será mínima porque esa mujer recurre al aborto ante el abandono de una sociedad que es la culpable de su situación. En cambio, la penalización para el médico y las llamadas clínicas abortivas, debe ser máxima, porque abortar no es una práctica médica, sino contraria al fin de la medicina, para la que rige el adagio primum non nócere (lo primero es no dañar). El aborto está reprobado desde siempre en medicina por el Juramento Hipocrático, siglo V a.C.

Sobre el aborto del niño engendrado con malformaciones genéticas


Las complicaciones de índole material o de salud no debieran inducir nunca a ninguna madre a asesinar la vida concebida. “¡Salvemos a cada niño concebido!”, como clamó nuestro amado Juan Pablo II.

El texto aprobado por la comisión especial revisora del Código Penal Se hablar de interrupción voluntaria del embarazo por razones de violación sexual y malformaciones genéticas. Esta interrupción hace referencia a un niño al que se va a impedir seguir viviendo, y el concepto de interrupción voluntaria del embarazo hace referencia a la madre y al ejercicio de su “libertad”.

El concepto de “aborto terapéutico”, es inadecuado, abusivo y de suyo contradictorio. “Por otra parte, basta ver algunos estudios para darse cuenta de que la amplia mayoría de los abortos que se realizan en el mundo están lejos de tener como motivación salvar la vida de la madre o su salud, que por lo demás se ha extendido no sólo a la salud física, sino también a la salud psíquica, espiritual, social, etc.” (Comisión de réforme du droit de Canada, Document de Travail 58, Les Crimes contre le foetus, Canada 1989)

El llamado aborto “terapéutico” se plantea en dos situaciones:

a). Se practica porque la continuación del embarazo comporta graves riesgos para la vida de la madre. Eliminar al hijo para proteger la vida de la madre es claramente un aborto directo, y desde ese punto de vista es ilícito. Esta apreciación se fundamenta en el hecho de que “la inviolabilidad de la persona humana desde el momento de la concepción, prohíbe el aborto como supresión de la vida prenatal. Esta es una directa violación del derecho fundamental a la vida del ser humano y constituye un abominable delito”. (Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, Carta de los Agentes Sanitarios, Ciudad del Vaticano 1995, N° 139).

Quienes se inclinan por sacrificar la vida del feto en aras de resguardar la vida de la madre parten del presupuesto de que la vida de la madre tiene mayor valor que la del hijo, lo que es arbitrario y falso. Todos los seres humanos poseen la misma dignidad y el mismo valor. Como muy bien señala la Congregación para la Doctrina de la Fe, en el documento ya citado, el primer derecho de una persona es el derecho a vivir, que es el fundamento y condición de posibilidad para ejercer todos los demás, derecho que no le compete a la sociedad ni a la autoridad pública concederlo a unos y quitárselo a otros. Y agrega que no es el reconocimiento por parte de otros lo que constituye este derecho, sino que es algo anterior, lo que implica que denegarlo constituye una injusticia (“De aborto Procurato” N° 10.).

Es más, “la deslegitimación ética, como acto intrínsecamente reprobable, abarca toda forma de aborto directo. Es también acto abortivo el uso de fármacos o medios que impiden la implantación del embrión fecundado o que le provocan la separación precoz. Coopera con la acción abortiva el médico que con pleno conocimiento prescribe o aplica tales fármacos o medios” (Carta de los Agentes Sanitarios N° 142.).

b). La segunda situación se da cuando el llamado aborto “terapéutico” se practica en los casos en que la continuación del embarazo comporta la muerte segura de madre e hijo. Más claramente, no proceder al aborto implicaría tanto la muerte de la madre como la del hijo, y procediendo a éste, se podría salvar al menos la vida de la madre. Esta es sin duda una situación muy dramática, aunque también bastante excepcional. Consideramos que la situación recientemente descrita está planteada de modo inadecuado y se ha de mirar desde otro ángulo.

En efecto, es posible en la práctica de la medicina que el médico, con el fin de salvar a sus dos pacientes, pudiera estimar que la conducta a seguir sea la de adelantar el parto, aunque ello implique riesgos para la vida del recién nacido por inmadurez. Esta acción la realiza con el convencimiento de que sacarlo del útero representa la única posibilidad de sobrevida para el concebido y la madre. Para un médico bien intencionado que ha puesto lo mejor de sí por mantener el embarazo, puede llegar un momento en que razonablemente juzgue que la única posibilidad de salvar a ambos es adelantando el parto. El médico que tiene la intención de salvar a ambos no interrumpe el proceso de gravidez para salvar al menos la vida de la madre, sino que su intención es siempre salvar la vida de los dos. Su acción es una terapia lícita, y no puede ser considerado un aborto procurado (Zamarriego J., El llamado “aborto terapéutico”, en El aborto a Examen, Editorial Razón y Fe, 1983, 47).

En esta línea va el magisterio de la Iglesia a la luz de lo dicho por Pio XII en el año 1951, en un discurso dirigido a los participantes del Congreso de la Unión católica italiana de obstetras, cuando postuló que “...es erróneo poner el asunto en términos de la vida del niño o de la madre. No, ni la vida de la madre ni la del niño pueden ser objeto de un acto de directa supresión. Solamente puede existir una exigencia. Hacer todo esfuerzo por salvar ambas vidas.” El ha excluido claramente todo aborto directo, es decir, aquel que se realiza como fin o como medio (De aborto Procurato” N° 7), pero no ha excluido acciones en sí mismas legítimas que lleven grabadas un riesgo, incluso vital.

Sobre el aborto del niño engendrado por violación sexual

Si se tratara de una violación sexual en la que la mujer queda en gestación, la ley deberá exigir la responsabilidad del culpable y castigar su delito. También debe ser punible la acción de inducir al aborto a las menores de edad violadas. El aborto no es un derecho humano que reclame para sí la mujer violada ni sus familiares, ni los padres de la menor violada pueden invocar este seudo derecho, lo contrario es un horrendo crimen que niega todos los derechos humanos de la víctima inocente.


La acogida de toda mujer gestante en problemas por violación, para que no sucumba ante la “angustia abortiva” y tristemente recurra al aborto; la Ley debe proteger mediante leyes justas a toda madre gestante, más aún a aquellas que necesitan una especial protección por su poca edad o por falta de estabilidad emocional –o por ambos problemas–, a través de limpios y elegantes centros de acogida.

El Gobierno, la Iglesia y la Sociedad Civil están capacitados para crear y sostener en todo el país esos centros de acogida a las mujeres gestantes que necesiten apoyo en un momento decisivo para su vida y para la vida del hijo en gestación.

La razón es clara. Es la sociedad la responsable del cuidado de esas vidas hasta lograr una sana maternidad en cada caso, en lugar de provocar el insano deseo de abortar y la facilidad para realizar el aborto.

Ocasionalmente, esos centros de acogida materna facilitarán y agilizarán al máximo la adopción legal del niño por una familia estable civilmente constituida. Se requieren dos condiciones básicas para la adopción:

1) la libre donación del hijo por parte de la madre –sin permitir que se dé la mínima coacción, aunque en casos se deba sugerir–; y

2) la capacidad de acogida de la nueva familia, que deberá comprobarse en cada caso.

El congreso peruano debe dar ejemplo de una legislación de avanzada que proteja la vida de los no nacidos y promueva la estabilidad emocional y moral de aquella madre gestante que recurriría al aborto si se la abandonara y hubiera facilidades legales para ello.

Unas reflexiones finales


Es la hora de los laicos, de los católicos y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad dispuestos a defender el primero de los derechos humanos: el derecho a la vida. El futuro de esta nación depende de cada uno de nosotros, pues ante el temor generalizado por la violencia en las calles y la destrucción que deja tras de sí el terrorismo y el narcotráfico, se sumara ahora la pretendida violencia institucional, avalada por la comisión especial revisora del Código Penal, que no detendrá la pérdida de la vida de miles de niños inocentes, y que será causa del consecuente daño físico, moral y espiritual de las mujeres que vivan este trágico suceso.

La Iglesia no es ajena a las mujeres que sufren la violencia, la marginación, el abandono, la ignorancia o se ven obligadas, por su pareja o familia, a ejecutar el terrible acto del aborto. Es por esta razón, y para prevenir la tragedia del infanticidio, que la Iglesia hace un llamado a los católicos a ofrecer ayuda inmediata a aquellos que se encuentran en esta difícil situación.

Cada Iglesia particular del Perú dirigida por su obispo y convocando a todos los sacerdotes, religiosos y laicos comprometidos en su territorio deben atender de forma desinteresada, decidida y sacrificada a todo aquel que tenga en mente acabar con la vida del concebido. Tienen la grave obligación de, escuchar y orientar principalmente a las madres que experimentan en su vientre el milagro de la vida. De igual modo, los sacerdotes, deben estar prestos y diligentes para administrar el sacramento de la Reconciliación y orientar a quienes por desgracia han participado del execrable crimen del aborto.

La Iglesia Católica debe hacer un llamado a las Órdenes Religiosas y los responsables de casas conventuales y según su carisma y apostolado acojan a las madres embarazadas en situación de desamparo, o a los hijos de éstas, para que el amor de su comunidad sea signo sensible de hermandad cristiana y del amor de Dios entre los más necesitados. Tengan siempre presentes las palabras de Cristo: “Quien recibe a uno de estos pequeños en mi nombre, a mí me recibe” (Mc 9, 37)

La iglesia debe hace un llamado público desde el pulpito o por medio de los medios de comunicación a la conciencia de aquellos laicos que se desempeñan en el ámbito gubernamental o empresarial, y en cuyas manos se encuentra la posibilidad de procurar beneficios a las mujeres en situación de embarazo, a participar activamente en la tarea de salvar a los niños concebidos, procurando leyes que ayuden a las mujeres y promoviendo empleos dignos que permitan el sano desarrollo de la familia y no negar la oportunidad de una ayuda económica digna a mujeres embarazadas, portadoras de la vida y del futuro de nuestra sociedad.

La Iglesia constantemente se ha de dirigir desde el pulpito de cada iglesia o por los medios de comunicación social a todas las familias peruanas a actuar con bondad y cariño para que toda mujer viva su embarazo con la mayor protección y cuidado de sus parejas, padres, parientes y amigos, porque no hay mayor dolor que ser rechazado o señalado por la propia familia o la sociedad.

La Iglesia católica se debe dirigir por todos los medios a su alacance, en el nombre de Dios, a los médicos y enfermeras, principalmente a aquellos que han sido bautizados en la fe católica, para que protejan a toda costa la vida de los niños concebidos y sean fieles a su vocación y conciencia cristiana. Les ha conminado a ejercer su derecho de objeción de conciencia y repudiar en sus espacios laborales este acto de lesa humanidad. Así mismo, se ha dirigido a las autoridades sanitarias a que, acatando el actual Código Penal, respeten la conciencia de los médicos que se rehúsen a practicar estos espantosos asesinatos.


La iglesia debe dirigirse ya individualmente o públicamente por todos los medios que estén a su alcance a los congresistas católicos, estos no pueden ni deben avalar jurídicamente una ley inmoral que no sólo despenaliza el aborto, sino que lastima y vulnera los derechos primordiales del ser humano. Esta decisión podrá hacer legal lo criminal, pero nunca podrá hacer moral lo que, de suyo, es abominable como es el asesinato de seres inocentes en el vientre de sus madres. Ninguna norma legal puede contradecir la ley suprema de Dios que nos ordena: ¡No matarás!

Basta con recordar lo que es el aborto para decir que la distinción entre aborto legal y aborto ilegal es falsa. Todo aborto, en cuanta eliminación de un hijo, es siempre un acto sumamente injusto. Y, en cuanto injusto, es siempre ilegal, aunque tenga la “bendición” de leyes, de parlamentos o incluso de un referéndum popular.

El derecho a la vida «es un derecho que exige ser apoyado por todos, porque es el derecho fundamental con respecto a los demás derechos humanos», (Papa Benedicto XVI.)