Ante la incapacidad del Gobierno Peruano la
sociedad se está organizando para defenderse
de los delincuentes, es urgente que La Conferencia Episcopal se exprese su
preocupación por las noticias de frecuentes linchamientos en diferentes partes
del país y en un país donde su población el 98% es cristina.
Los que participan
de los linchamientos atentan contra el Quinto Mandamiento de Dios: “No matar”.
Desprecian el valor sagrado de la vida como don de Dios, y vulneran la dignidad
humana y las bases fundamentales de la construcción de la sociedad peruana.
Es lamentable el
recrudecimiento de este tipo de prácticas, que incluso buscan justificar
"con argumentaciones insostenibles y que, en ciertos casos, rayan en la
apología del delito" (CEB).
Asimismo, es
lamentable que nuestras autoridades policiales, fiscales y judiciales no puedan
prevenir ni sancionar a los responsables. "La violencia y la muerte no son
solución a los problemas del hombre. Es necesario considerar que sólo la
racionalidad en las acciones humanas permitirá una sociedad en paz y amor".
(CEB)
En ese sentido,
tratar de buscar las múltiples causas o el origen de este comportamiento humano
en la sociedad peruana, solo puede ser el destierro de Dios de la sociedad y de
las personas, y que "induce la falta de referencia moral en el actuar y el
desprecio a la vida en el corazón de las personas" (CEB).
Querer construir
nuestra democracia ignorando estos hechos es un error garrafal, Fuente Ovejuna debe de terminar ya. "Una verdadera democracia
no se edifica sobre la muerte, hay que tener la capacidad para encontrar
alternativas de rehabilitación para las personas que cometen faltas graves,
pero jamás eliminarlos, eso no es ético, ni humano, ni mucho menos
cristiano", advirtió (CEB).
Creo que el arresto
ciudadano de los delincuentes debe ser promovido en nuestra sociedad organizada
respetando siempre la vida del detenido y que la policía, los fiscales y jueces
sean un complemento a esta acción ciudadana.
Hoy es indispensable
que nuestras autoridades civiles, militares y eclesiásticas deben condenar vehementemente
estos hechos y llamar a los peruanos a desterrar estas prácticas inhumanas y a
redescubrir los auténticos valores humanos y cristianos que nacen de la fe en el
Dios de la Vida y del Amor.