martes, 8 de septiembre de 2009

El horrendo crimen de la justicia comunitaria

La madrugada del sábado 05 de setiembre de 2009 en la ciudad de Juliaca – Puno – Perú se comete un horrendo crimen a causa de la “justicia comunitaria”, es quemado vivo Jack Briceño Ochoa, joven de 27 años estudiaba medicina en una Universidad de Rusia, hijo del fiscal superior del distrito judicial de Puno, Vicente Rufino Briceño Jiménez.
Creo que fue un día trágico para mi país un compatriota muere a causa de una mal habida “justicia comunitaria”. Tal como lo reportaron muchos medios de comunicación, pobladores enardecidos de la Urb. Sta. Rosa de la localidad de Juliaca aprendieron, lincharon, torturaron y quemaron a un presunto delincuente. Resultado muerto a causa de las graves heridas y quemaduras. Dos horas duró ese trágico episodio, se habla de casi 100 lugareños que quisieron ajusticiar a esta persona y, ahora, se comienzan a conocer detalles y situaciones realmente escalofriantes: derramaron sangre inocente, mataron a un inocente.
Es un mal que se viene acarreando con el silencio cómplice de nuestras autoridades es tiempo que el congreso tome cartas en el asunto aquí no hay nada que convalide moralmente, ni jurídicamente esta aberración de la Justicia comunitaria:
        ¿Quién mató a Jack Briceño?,

        Fuente Ovejuna, señor

        ¿Quién es Fuente Ovejuna?

        Todos a una, señor.
La justicia se encuentra representada por una esbelta mujer con los ojos cerrados, con una espada ejecutadora en una de sus manos y una balanza equilibrada en la otra, que simboliza la ecuanimidad con la que ha de impartirse lo que de ella emana.
Lo curioso, y a lo que cada vez estamos más acostumbrados, es que las cosas no son como deberían ser, y que la justicia no es igual para unos que para otros, que no sólo el dinero y el poder hace diferentes a las personas ante un tribunal sino que motivos políticos y económicos hacen tambalearse los cimientos que sustentan la cada vez más desigual justicia. Ahora la esbelta mujer es remplazada por la turba quien vuelca su platillo hacia la pasión y lanza su espada justiciera en función de su ciega venganza contra aquellos que osaron burlarse de la justicia democrática y atenten contra la comunidad.
Mientras tanto, la justicia permite que queden impunes quienes han provocado robos, violaciones, muertes y miserias por sus tramas y mentiras; a ellos ¿quiénes los juzgarán? ¿Su conciencia? ¿La poca que demostraron tener con sus acciones? ¿Qué justicia es la que permite la prisión del inocente y la absolución del malvado? La Justicia que aplican algunos jueces en el Perú está de capa caída y es por ello que algunas comunidades prefieren aplicar la ley de otra manera: “Hacer Justicia por sus propias manos”

El Linchamiento social se produce por el rumor, el rumor los convence que este joven es un ladro, sienten en carne propia el odio contra estos seres, cómo pueden robar a gente campesina y pobre. Entonces viene la venganza sea universitario o no, en parte porque se han perdido la fe y la confianza en todo ser que es extraño a la comunidad. El segundo factor muy importante, es lo que llaman algunos sociólogos la frustración, el odio, el rencor y la sed de venganza que traen adentro, es un coctel psicológico desde luego, es un profundo resentimiento. Ese pobre desgraciado finalmente también representa a todos aquellos que se han burlado de la justicia ya por ellos mismos o con ayuda de todos los operadores de justicia, representa la humillación de un pueblo, representa un estado de cosas que los ha sometido durante muchísimo tiempo.
El linchamiento se convierte en un emblema que tiene un trasfondo mucho más peligroso y preocupante que la terrible muerte de este ser humano. Disuadir a la masa de su instinto criminal, que retomen el sentido de la justicia natural, porque sin moderación la justicia popular comete excesos ya que es apasionada e impulsiva.
El emblema es una protesta, una protesta a la justicia peruana, una serie de errores verdaderamente imperdonables, tiene un simbolismo de que hay un linchamiento psicológico entre comillas, sobre toda la población, de que estamos asustados, espantados, resentidos porque en cualquier momento de verdad el robo, la violación, el asesinato, la extorción, etc. se puede dar. Pero esta en ciertos casos sí se dio y es una realidad.
Este es un acontecimiento que ha marcado la historia de un pueblo, que ha abierto una nueva herida en la conciencia de un sistema y que seguirá abierta como abiertas e inconclusas siguen hasta hoy las investigaciones de muchos otros hechos iguales a lo largo y ancho de nuestro país.
Este hecho cruel me lleva y nos debe llevar a interrogarnos sobre el fondo del asunto, es un lamentable hecho que no puede pasar desapercibido en ninguna institución civil o religiosa, a ningún ser humano, toda vida humana es sagrada.
Como hombre de fe quisiera concluir transcribiendo literalmente lo que un comunicador social boliviano escribió en su blog a raiz de un hecho similar en Achacachi - Bolivia el 11/11/2008:
¿Qué está sucediendo en nuestro país?, “¿por qué se ha relativizado el valor de la vida y la dignidad humana?, ¿acaso se puede justificar torturar y quitar la vida a una persona cualquiera sea su situación y condición?, ¿la psicología de masas o el comportamiento irracional colectivo nos libera de culpa?
Varias personas, autoridades del lugar y de las fuerzas del orden intentaron persuadir a la muchedumbre. Varios periodistas y medios de comunicación se trasladaron al lugar para dar cuenta de los hechos y muchos otros seguimos impotentes el curso de los acontecimientos. Ninguno pudo ser inmune a la profundidad de los interrogantes y dilemas. La constatación es atroz: cómo podemos permitirnos a nosotros mismos que estos hechos sigan ocurriendo y que, como si eso fuera poco, aún pretendamos legitimar semejantes hechos esgrimiendo como argumentos la inseguridad ciudadana, las grandes fallas de la justicia ordinaria y los graves y peligrosos malentendidos de la llamada “justicia comunitaria”.
Debe llamarnos poderosamente la atención el “sí, pero no...” de muchas personas que creen que esos “desgraciados se lo merecían”, pretendiendo así justificar lo injustificable.
Estas jornadas que no deben pasar indiferentes ante ninguna persona, nos duelen con especial elocuencia a los hombres y mujeres de fe, creyentes en Dios, Señor de la Vida y de la Historia. La vida es sagrada e innegociable porque no nos pertenece.
Precisamente es la Doctrina Social de la Iglesia la que pone el dedo en la llaga para señalar nuestro error y devolvernos la conciencia de nuestros actos. El quinto mandamiento “No matarás” (Ex 20,13; Dt 5,17) tiene valor porque sólo Dios es Señor de la vida y de la muerte. El respeto debido a la inviolabilidad y a la integridad de la vida física tiene su culmen en el mandamiento positivo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev 19,18), con el cual Jesucristo obliga a hacerse cargo del prójimo (cf. Mt 22,37-40; Mc 12, 29-31; Lc 10, 27-28). (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Nº 112)
La violencia no constituye jamás una respuesta justa. La Iglesia proclama, con la convicción de su fe en Cristo y con la conciencia de su misión, que la violencia es un mal, que la violencia es inaceptable como solución de los problemas, que la violencia es indigna del hombre. La violencia es una mentira, porque va contra la verdad de nuestra fe, la verdad de nuestra humanidad. La violencia destruye lo que pretende defender: la dignidad, la vida, la libertad del ser humano. (CDSI Nº 496)
Una forma de lograr la objetividad y serenidad necesarias es aprender a separar los problemas y situaciones con sus propias causas, consecuencias y posibles soluciones. No cerramos los ojos a los graves problemas de la administración de justicia y a la inseguridad creciente en nuestras poblaciones. Pero cada caso merece su propio examen y respuesta.
La vida es sagrada y el respeto del derecho a la vida es signo del auténtico progreso del hombre en todo régimen, en toda sociedad, sistema o ambiente. (cf. CDSI Nº 155) Confrontemos nuestros actos, actitudes y pensamientos de estos días con la voluntad sagrada del dueño y Señor de la vida.
¿Qué va a ser de nosotros, Pueblo sin Dios? Pues la ruptura con Dios rompe al mismo tiempo el hilo de amistad que une a la familia humana, haciendo que el hermano hostil arrebate la vida a su propio hermano. (cf. CDSI Nº 116) Lo que ha sucedido en Achacachi es grave y todos detentamos algún grado de responsabilidad por indiferencia, complicidad, omisión o cobardía.” (José H. Rivera Ferández)
Que Dios tenga misericordia de nosotros por la sangre derramada injustamente y clama en su presencia.

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